Después de estos testimonios histórico-arqueológicos, estudiados por mí (en lo posible) con la ayuda de las publicaciones de muchos arqueólogos e historiadores ilustres, propongo el aserto de que el topónimo Ebora o Ebura es fenicio, que data de la colonización del siglo VIII-VII a. C. y que perdió la E, por corrupción tartessio-ibérica, posiblemente, durante la crisis del siglo Vi. Atestiguan este amplio período fenicio-púnico, además de los litografitos, fragmentos de cerámica fenicia de las variedades roja, policroma y gris con paralelos en Trayamar, Cerro de la Tortuga, desembocadura del Guadalhorce, Morro de Mezquitilla, Toscanos, etc., así como soportes de ánforas como los de Setefilla y Trayamar. Por consiguiente, creo que este asentamiento humano de Bora fue tartésico e ibérico con fuerte aculturación fenicio-púnica-cartaginesa y (que, posteriormente, cuando los romanos lo sobrenombraron, al titularlo Municipio Latino, sólo tradujeron el topónimo Bora o Ebora (trigo o cereal) por su significado latino:

Todas estas pruebas y, muy especialmente, LA ESCRITURA NEOPUNICA (O FENICIA) DE LOS LITOGRAFITOS Y LOS EPÍGRAFES DE LA MONEDA sitúan al topónimo BORA CEREALIS EN LA BOBADILLA, PEDANÍA DEL MUNICIPIO DE ALCALDETE (Jaén), ESPAÑA, abriendo un campo extraordinario a la comunidad científica, con vistas a excavaciones e investigaciones.

José María Lopera.

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